Las máquinas son pretenciosas, no pueden aceptar algo obvio que les
resulte contradictorio como el hecho de no poder ganar a un juego.
Joshua no es capaz de pronosticar que hay juegos a los que no puede ganar porque no puede aprender de la misma forma que un humano.
Qué mejor forma de aprenderlo que poner al supercomputador a jugar al tres en raya contra
sí mismo.
Empieza despacio para ir subiendo de velocidad y terminar frenética e inevitablemente con el mismo resultado, cada
partida acaba en empate.
Tras acabar con el tres en raya comienza a combinar todas las
variantes que el juego de la guerra termonuclear puede generar, viendo en las pantallas las numerosas simulaciones de todos los
bandos de todos los países posibles y en todos los casos la conclusión es la
misma, no hay ganador.
El superordenador llega a la conclusión de lo extraño que resulta
ese juego ya que la única forma de vencer es no jugar y así se lo cuenta a su creador, el profesor Falken.
Joshua: Saludos Profesor Falken.
Falken: Hola Joshua.
Joshua: Extraño juego. El único movimiento para ganar es no jugar.
¿Y vuelve a querer jugar ofreciendo a Falken una partidita de ajedrez?.
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