domingo, 30 de diciembre de 2012

Bendice Señor estos alimentos que por tu bondad vamos a recibir

Qué belleza tan apacible la que se respira en Irlanda del Norte en 1972. Un niño, Francis Austin McGuire, disfruta con su padre de un tranquilo e instructivo día, aprendiendo las milenarias artes de pesca de los ancestrales pescadores celtas.

Ya al atardecer la barca se aproxima a tierra entre los fulgores marinos, el verdor exultante, la masa henchida y serena del océano, todo ello en un entorno íntimo de hermosura armónica.

El padre y el hijo se aproximan a su casa, al lado de la costa con esa música que nos retrotrae a los primitivos clanes, donde se congrega la familia feliz, católica creyente y por ende perfecta.
El padre, varonil y tierno, la madre feliz y sólo preocupada en preparar el alimento para todos, la niña rubita perfecta y silenciosa y el niño rubito y con esos ojos azules gélidos, prístinos encandilado por las orgullosas palabras de su padre.

Inicia el padre la oración y...



...no es oro todo lo que reluce y el padre de Frankie no es sólo un humilde pescador padre de perfecta familia, es un opositor al gobierno británico en Irlanda del Norte y por supuesto merece ser asesinado, mientras reza, disparándole al corazón, a sangre fría, sin mediar palabra y a quemarropa delante de su familia por un asesino terrorista enmascarado, todo un dechado de valentía.

El padre se desploma entre los gritos de la madre y la estupefacción del hijo a cuyos ojos nos vamos acercándo convirtiéndose en la imagen del adulto Frankie McGuire y mientras suena "God be with you" de The Cramberries.

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