lunes, 1 de abril de 2013

Hay que soliviantar al pueblo

"Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes, no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis; no obstante, estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura".

Charles Chaplin, 1964.


Nos encontramos en Tomania, país que es gobernado con mano de hierro por el despiadado dictador Astolfo Hynkel, fiero antisemita y buscador de la perfecta raza aria.
Astolfo por supuesto es una parodia de Adolf Hitler y sus ministros, el de interior Garbitsch y el de la guerra Herring, el gordo, son parodias respectivamente de Joseph Goebbels, ministro de propaganda y de Hermann Göring, lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe.

Vemos que todo es una parodia de la iconografía nacionalsocialista, la doble cruz de Hynkel, es una parodia de la esvástica nazi y la escena del discurso es una parodia también de los que le gustaban soltar al fürher en sus arengas nacionalistas, en este caso encima Astolfo lo pronuncia en un idioma inventado, una algarabía imitación del alemán y los movimientos son burlas calcadas de los del jerarca nazi.
Y la muchedumbre aclamando al parodictador de la nación inventada levantando todos el brazo a la vez se rinden al ritmo y a la sonoridad del sinsentido algarábico, no al contenido.


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