"La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Pero este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo es un acto de sabiduría.
Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha invertido las relaciones de dominación: pero este libro podría enseñar a los doctos los artificios ingeniosos, y a partir de entonces ilustres, con los que legitimar esa inversión. Entonces se transformaría en operación del intelecto aquello que en el gesto impensado del aldeano aún, y afortunadamente, es operación del vientre. Que la risa sea propia del hombre es signo de nuestra limitación como pecadores.
¡Pero cuántas mentes corruptas como la tuya extraerían de este libro la conclusión extrema, según la cual la risa sería el fin del hombre!.
La risa distrae, por algunos instantes, al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. Y de este libro podría saltar la chispa luciferina que encendería un nuevo incendio en todo el mundo; y la risa sería el nuevo arte, ignorado incluso por Prometeo, capaz de aniquilar el miedo. Al aldeano que ríe, mientras ríe, no le importa morir…".
Jorge de Burgos.
El scriptorium de una de las abadías más importantes de la cristiandad donde se reune la mayor sabiduría de occidente e incluso del pérfido enemigo, porque siempre hay que conocer la sabiduría del enemigo para saber como enfrentarlo.
Un lugar lleno de lo más granado de los intelectuales de la cristiandad, copistas, ilustradores, filósofos venidos de todas las partes del mundo para consultar los libros de la famosa biblioteca......es el mejor lugar para tener una charla sobre la risa....¿con el venerable Jorge que esto es lo más cerca que estuvo de reirse una vez?, eso y la disertación de arriba sobre el pobre aldeano......no tiene buena pinta.
Está claro que en algunos sitios es mejor no reirse...
Menudo sitio con esos personajes que no dejan ni echarse unas risillas de vez en cuando y eso que el currelo no parece el mejor del mundo, copiando manuscritos e ilustrando páginas...., así normal que todos tenga la cara que tienen y como no se espabilen un poco, el amigo Guillermo y su discípulo Adso siguen por el mismo camino. Nada ayuda es verdad, ni el sitio, ni los guapos monjes...ni siquiera las risas que se echan con el gordo cara de luna ese....menuda se monta.
Así que mejor no reirse en ciertos sitios y que no te dejan indagar donde quieres, más bien, no te quieren Guillermo.
Aquí os dejo un vídeo de todo el juego de La abadía del crimen que salío basándose en la novela de El nombre de la Rosa y que es como una pequeña película diferente ya que se basa pero no es igual.
Debajo del vídeo podéis seguir el desarrollo del juego día a día.
Día I
El abad nos dio la bienvenida y nos explicó a Adso y a mí que sospechaba de alguno de los monjes de la Abadía, con respecto al crimen por el cuál me había llamado, que investigara discretamente y siguiera las normas para no levantar sospechas. Además, debía hacerlo pronto, ya que en pocos días llegaría Bernardo Gui, el representante del Papa, y si se enterase de lo que estaba ocurriendo, podría ser nefasto para el buen nombre de la abadía.
Los primeros días, Adso y yo fuimos conociendo los horarios de los oficios (me costó bastante saber que lugar debía ocupar en los oficios, aunque el abad me lo recordó) y los frailes del lugar.
Día II
Al despertar, comprobamos extrañados que mis gafas habían desaparecido mientras dormíamos.
¿Quién me las habría robado?, ¡Ahora no podría leer!.
Adso me recuerda que debemos ir a la iglesia y una vez allí, el abad nos dice que el monje Venancio, al cuál aún no conocíamos, había sido asesinado esa misma noche.
El abad al terminar la misa nos contó que sólo Malaquías puede ir a la biblioteca, ya que es un lugar secreto. Me entró curiosidad y decidí ir a echar un vistazo, sin desobedecer las órdenes del abad, por supuesto.
Camino a la biblioteca, nos encontramos con el bueno de Severino, que nervioso nos dice que están ocurriendo cosas muy extrañas. Al llegar a la segunda planta del edificio, Malaquías nos cierra el paso enseguida, ocultando también una llave que tiene en la mesa. Nos dice que no podemos subir, pero que si queremos, Berengario nos enseñará el scriptorium, donde trabajan los mejores copistas de Occidente, y donde trabajaba el fallecido Venancio. En su mesa pudimos ver un manuscrito y un misterioso libro.
En ese momento, Adso me interrumpió para avisarnos de que debíamos ir al refectorio a comer, así que me mostró el camino, ya que aunque inexperto, era aún joven para memorizar rutas.
Después de comer, volvimos a donde Malaquías y me puse de acuerdo con Adso para que mientras hablaba con el bibliotecario y lo despistaba, cogiera la llave. Entonces, bajamos hasta la cocina, y examinando la estancia encontramos un pasadizo escondido (bastante tétrico) en el que Adso descubrió una puerta que nos llevaba al pasillo de nuestras celdas.
Tras la misa volvimos a nuestra celda, para disimular, pero no tenía pensado irme a dormir esa noche.
Día III
Adso me vio las intenciones y me preguntó si dormíamos, pero le dije que no. Tenía pensado investigar un poco, a pesar de las instrucciones del abad, así que tendríamos que ser cautelosos.
Al salir de nuestra celda, escuchamos un ruido, por lo que decidimos echar un vistazo. Adso y yo descubrimos a un misterioso encapuchado, al cuál perseguimos sigilosamente. Entró por el pasadizo (¡debía tener una copia de la llave!) y llegó al scriptorium, donde robó el libro. Decidí aprovechar que estaba allí para llevarme el manuscrito sin que lo viera el joven Adso (ya bastante había desobedecido las ordenes del abad), y aunque no tenía mis gafas y no podía traducirlo, quizás encontrara la forma más tarde.
Volvió sobre sus pasos hasta el pasadizo, donde decidimos dejar de perseguirlo y volver a nuestra celda antes de que amaneciera, ya que el abad no tardaría en hacer su ronda nocturna y podría descubrirnos. Al amanecer, antes de ir a misa, decidí dejar el manuscrito en mi celda, no sea que descubran que se ha perdido.
En la misa el Abad nos cuentó que Berengario había desaparecido y nos presentó a Jorge el monje más anciano de la abadía. Este nos dio la bienvenida y nos dijo que el anticristo estaba en la abadía, que tuviéramos cuidado y aprovecharamos el tiempo.
Más tarde, nos pasamos por la cocina a seguir investigando y Adso encontró una lámpara de aceite, que pensamos que quizás podría sernos útil.
El resto del día se desarrolló sin demasiados sobresaltos, y por la noche, ya rendidos, descansamos en nuestra celda.
Día IV
Por la mañana, nos contó el abad que habían encontrado muerto a Berengario.
Poco más tarde, Severino vino a nuestro encuentro y nos dice que habían encontrado unas extrañas manchas en los dedos y en la lengua, las mismas que tenía Venancio.
El abad nos anunció que debíamos abandonar la investigación, ya que Bernardo Gui estaba a punto de llegar. Pero no podía abandonar ahora que estaba tan cerca, así que decidí continuarla.
Mi primer encuentro con Bernardo no pudo ser peor. No sé cómo, se enteró de que el manuscrito había desaparecido y sospechó de mi desde el primer momento, por lo que se lo entregué, para que más tarde este se lo diera al Abad, intentando culparme.
Día V
A la noche, Adso y yo seguimos las investigaciones nocturnas y encontramos que el abad se ha olvidado la llave de su celda en el altar, pero con la mala suerte de despertarlo con el ruido, así que volvemos a la celda rápida y sigilosamente.
Al amanecer, en la misa, el bueno de Severino se acerca para decirme que ha encontrado un extraño libro en su celda, mientras observo que Malaquías se sobresalta ligeramente al escucharlo.
Después de la misa nos disponíamos a acompañar a Severino, pero el abad requiere nuestra presencia para decirnos que Bernardo se marcha.
Silenciosamente, perseguimos a Malaquías y vimos como entraba en la celda de Severino y poco después se marchaba a su trabajo.
A la hora de comer, el abad se extraña por la ausencia de Severino y fuimos a su celda a buscarlo. Al llamar a la puerta no hay respuesta, por lo que el abad se fija por la ventana horrorizado que lo han asesinado y encerrado en su celda.
Tras unos momentos de shock, Adso me recuerdó que debíamos ir a los oficios, dónde Malaquías tardó más de lo normal en llegar. Cuando llegó, con pasos torpes y con muy mal aspecto, pronunció lo que serían sus últimas palabras: "Era verdad, tenía la fuerza de mil escorpiones" y finalmente, morir.
Día VI
Tras los terribles acontecimientos del día anterior, me negué rotundamente a dejar el caso del pobre abad sin resolver, por lo que fuimos a la biblioteca, donde encontramos la llave de la celda de Severino.
Al entrar en la biblioteca, nos encontramos con una habitación iluminada donde estaban mis gafas.
Al día siguiente, después de la misa, el abad inundado de tristeza nos dijo que al día siguiente deberíamos abandonar la abadía.
Tras esto, fuimos rápidamente a la celda de Severino para coger los guantes que estaban allí.
Después de comer, entraría sigilosamente a la celda del abad para recuperar el pergamino, ahora que tenía las gafas: SECRETUM FINIS AFRICAE, MANUS SUPRA IXX IDOLUM AGE PRIMUM ET SEPTIMUM DE QUATUOR. No sabía que significaba.
Día VII
Al día siguiente, me adentré en la biblioteca con mi fiel Adso, dando vueltas por los interminables y oscuros pasillos de la biblioteca...¡Parecía un laberinto!. Finalmente, encontramos una habitación con un gran espejo y tres escaleras.
¿Que debíamos hacer?.
Pensando y pensando, miré el pergamino y entendí su significado. Se trataba de una habitación secreta detrás del espejo... Entramos en la habitación oculta, no sin Adso y yo llevarnos una sorpresa. Una voz conocida nos invitó a pasar... Allí estaba Jorge, el anciano monje de la abadía, que nos estaba esperando e invita a leer el libro, que tenía junto a él. Era el Coena Cipriani de Aristóteles. Lo que no sabía el anciano monje ciego, y Adso empezó a contarle, es que yo tenía los guantes y por lo tanto, el veneno de sus hojas no impregnaría mis dedos y mi lengua, ni me mataría. Repentinamente desesperado, Jorge me arrebató el libro para que no leyera el conocimiento escrito en el mismo y apagó la lámpara, dejándonos a oscuras y huyendo con él. Adso y yo lo perseguimos por los largos pasillos hasta acorralarlo en la habitación donde había encontrado mis gafas.
Entonces, fue donde decidió comerse el libro antes de ser atrapado y llevándose el secreto a la tumba, en aquella, la Abadía del crimen.
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